viernes, 2 de diciembre de 2011

entre la ternura y la oscuridad


Cuando ella se marcho, fue como un estallido gigante. Como si una ventana al sol o la luna, se hubiera hecho añicos.. y alrededor una inmensa estela oscura, un montón de cristales llenos de dolor y daño que no se veían para recomponerse. Que andaban solos con sus pequeñas dosis de tristeza… buscando quien sabe qué o quién sabe cómo hacer su propio duelo.

Así fue, o así lo sentí yo, claro.

Mi abuela era una mujer que dejaba esa sensación siempre: entre el amor y la ternura infinita y las puntas ásperas y afiladas de un cristal… de lo que ella decidía, definía, imponía..

Era, una mujer de su tiempo: siempre sabía el siguiente paso, y si no, imagino yo, lo improvisaba sobre la marcha, pero nunca dudaba para afuera de cual era.

La aspereza me dejo tiempo sin poder decir palabra, sin poder dar el paso: la pérdida, el adiós.

Esa sensación no era conmigo, pero dolía, porque iba junto con ella a mi esencia… la saga de mujeres fuertes, valientes y como yo, perdidas, que me precedían. Por mi parte podía recordar los últimos años en los que enfermaba: su ternura, el lenguaje común que encontramos para conocernos y reconocernos, para querernos y cuidarnos hasta el final. Y así fue, no desaprovechamos ni un minuto de ternura y complicidad.

Yo había heredado un poco de todo eso y me sentía muy afortunada.

Si la vida se ensayara, me imagino que hubiera sido más fácil resistir entre la violencia de los que un dia se llevaron a su padre para pegarle un tiro y arrojarlo a una fosa comun, y un mundo de hombres en el que todas las estrategias en ese tiempo eran validas o yo por lo menos las legitimo, porque no había otras.

No quiero reivindicar hoy mi abuela la política, que lo era. La internacional la llevo en el corazón, pero no como un dogma grabado, sino como un bello recuerdo de su voz y su sonrisa, también de su llanto… del pinord y sus disfraces en navidad, del 21 de abril en el que me he prohibido olvidar y prohibírselo a los que tengo alrededor. Que yo haya decidido ser la niña política de la familia, no implica que esté más cerca de ella, solo que escogí ese camino.

Si la vida se ensayara, también me imagino que entonces no tendría sentido. No nos dejaríamos caer, no seriamos sensibles al espacio tiempo en el que vivimos, y al espacio-tiempo en que viven otras, entendiendo todo lo que les rodeaba y cómo cada uno se llena las uñas de tierra para trepar fuerte.

Y gracias a que no se ensayaba, yo estoy: Aquí y ahora.

A mi madre y mi abuela les debo mi esencia. Y me costaría muchas veces saber qué es de una y qué de la otra en cuanto a carácter, o mejor en cuanto a impulso. Quizás la línea está entre la supervivencia con dignidad y coraje y el inicio de comenzar a poner consciencia en un mundo que no lo permitía por herencia histórica católica, apostólica, romana y patriarcal… lo que requiere de mucha dignidad y coraje, porque la lucha también es con una misma. Supongo que es eso lo que les une: dignidad y coraje.

Pero sé lo que me viene de las mujeres de mi familia en fragancia a veces amarga, a veces dulce: La indignación desde el pecho que a veces enferma. La energía para revertir el espacio. Las ganas, la fuerza… el saber que no se puede tener miedo en esta vida. La sinceridad en extremo. La espiral de emociones.

El amar la vida. El ser risueña y aventurera. El buscar caminos siempre que me ayuden a entender y a entenderme. El tener un espacio interior que importe. El ir más allá, buscar en la percepción de los otros donde la razón no llega, el tener esperanza. La fe. La incansable cabezonería de conseguir lo que uno quiere. El latir del impulso... que a veces llega a buen puerto, otras no. Las ganas de cambiar el mundo mirando hacia dentro para que el cambio no sea pura demagogia.

Cuando ella se fue.. se me callo un pilar. Se rompieron mil cristales, y me sentí de pronto perdida y muy sola. Tanto tiempo esperándolo y toodo fue.. tan rápido.

Y me quede con una mochila al hombro… y una criba bajo el brazo, los retos de mi tiempo. Y descubrí que hacia falta quizás un poco de dignidad y otro de coraje... para reconstruir y dar un paso. Para crecer.

Pensaba que ella había entendido lo que nos unía a todas. Pero se fue y dejo todo ese espacio de incoherencia y locura que se terminara con los de su época, los de la supervivencia: entre la ternura y la oscuridad.

Una vida a veces, no es bastante.

No me importa.

Yo si sabré transmitir con consciencia las ansias de libertad que recibi.

1 comentario:

Juana dijo...

Re-descubro tu blog. Y te redescubro también a ti, entre la ternura y la madurez, el realismo y el sueño, incansable.